Crianza positiva vs. respetuosa

La crianza respetuosa va más allá de la crianza positiva: no es maltrato, es enseñar roles, jerarquía y respeto. En este artículo reflexiono, desde mi experiencia como psicóloga y madre, sobre cómo preparar a los hijos para ser independientes, útiles en la sociedad y capaces de vivir con responsabilidad.

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Lic. Arlenys Garcia

8/26/20253 min leer

En los últimos años se habla mucho de crianza positiva. Y ojo, no estoy en contra de la idea: se basa en educar a los hijos sin violencia, con disciplina que construye, con paciencia y mucha empatía. Hasta ahí, todo bien. El problema es cuando muchas personas confunden la crianza positiva con un “deja que el niño haga lo que quiera porque pobrecito, no hay que traumatizarlo”.

Como psicóloga, pero también como madre, he aprendido que la crianza respetuosa es mucho más que evitar el maltrato: es enseñar que en la familia cada uno tiene un rol, unas responsabilidades y que en casa debe existir jerarquía. Porque sí, la casa es de los padres, y aunque los hijos sean adolescentes o adultos, mientras vivan bajo ese techo hay reglas que deben respetar.

Vamos a entenderlas…
La crianza positiva busca que los niños se sientan seguros, motivados, reconocidos, y se centra mucho en reforzar lo que hacen bien. Está muy orientada al presente: al acompañamiento diario, a corregir sin gritos, a explicar con calma, a guiar con amor.

La crianza respetuosa, en cambio, incluye todo eso, pero va más allá: reconoce que el respeto a los padres y a la autoridad no es negociable. No se trata de miedo irracional, sino de esa sensación de “yo sé que mi mamá o mi papá no me permitirían esto” que te frena, aunque ellos no estén presentes. Yo recuerdo que en mi casa había reglas claras, y no me atrevía a preguntar lo mismo varias veces: yo sabía que, si decía “no”, era no. Y punto.

Hoy veo muchos jóvenes que desafían constantemente a sus padres, que no reconocen límites y que creen que pueden decidir sobre todo dentro de la casa donde viven… ¡cuando ni siquiera aportan para la compra del supermercado! Eso no es respeto, eso es un desorden.

El problema de la dependencia eterna

En República Dominicana tenemos un fenómeno muy curioso: muchísimos jóvenes que no quieren independizarse. Prefieren quedarse “arrima’os” en casa de sus padres, aunque ya pasaron de los 25, 30 o más. Y claro, si los padres nunca les enseñaron a ser independientes, ¿cómo se van a animar a dar el paso?

Yo suelo escuchar en consulta:
—“Mi hijo tiene 27 años, no trabaja, no estudia, y dice que no se va de la casa porque aquí lo tiene todo”.
Y yo pienso: ¿quién se lo dio todo? ¿Quién nunca le enseñó a tener responsabilidades reales? La crianza respetuosa justamente busca lo contrario: criar hijos que sepan volar por sí mismos, no pollitos eternos que se queden en el nido porque no saben ni cómo usar una cocina.

¡¡¡Respeto!!!

Respeto significa entender que cada familia tiene reglas y que esas reglas no son un “capricho”, sino una estructura que forma carácter.

Un ejemplo sencillo:
—Si los padres dicen que no se puede llegar después de medianoche, no es “me dio la gana y llegué a las 3”.
Porque si los hijos no aprenden a obedecer reglas dentro de su casa, ¿cómo lo harán afuera, en un trabajo, en una relación o en la vida misma?

Y aquí está otro punto clave: no estamos criando solo para nosotros, estamos criando para la sociedad. En la casa, la autoridad son los padres. Pero en la vida, hay que respetar a las autoridades del país, en el trabajo a los jefes, en la universidad a los maestros, y en todos los lugares existen leyes que nos rigen. Si en casa no enseñamos a respetar jerarquías y normas, entonces criamos hijos que después no sabrán convivir ni ser útiles a la comunidad en la que viven.

Yo recuerdo….

Que en mi casa no se decían malas palabras (ni un concho era permitido). El respeto se sentía en el aire. Yo sabía que, aunque ella no estuviera, si alguien le contaba que yo dije cualquier palabra “mal puesta” o hice algo indebido, me iba a caer “la justicia divina” al llegar. Eso era suficiente para no inventar.

Hoy veo jóvenes que le responden a sus padres como si fueran panas de barrio. Y a veces me río (con preocupación) porque digo: “Si yo le hubiera respondido a mi mamá así, todavía estuviera recogiendo los dientes en el piso”. Claro, no estoy diciendo que ese sea el método, pero sí que antes existía un límite claro. Ese límite es lo que muchos hogares están perdiendo.

Entonces, ¿qué propongo yo? Un balance entre la crianza positiva y la respetuosa. Criar con amor, paciencia y empatía, pero sin perder de vista que los padres son la autoridad. Que no es negociable que los hijos respeten las reglas del hogar. Y que parte de amar a los hijos es enseñarles a ser independientes, aunque eso signifique verlos volar del nido antes de lo que quisiéramos.

Porque al final, criar no es solo proteger: es preparar a los hijos para que puedan vivir su propia vida con responsabilidad, respeto y la capacidad de aportar algo positivo a la sociedad.

Lic. Arlenys Garcia