El Impacto de las Redes Sociales en los Jóvenes
El acceso temprano y sin límites a las redes sociales está transformando la vida de los jóvenes. En este artículo exploramos los riesgos, señales de alerta y el papel de los padres en un mundo digital que no se detiene.
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Lic. Arlenys Garcia
9/1/20254 min leer


El impacto de las redes sociales en los jóvenes: lo que estamos ignorando
Hoy vivimos en una sociedad donde los niños tienen acceso a la tecnología más temprano que nunca. Hemos normalizado ver a un niño menor de 7 años con un celular o una tableta en la mano (los que no lo tienen están atrasados), descargando las aplicaciones que quiere, navegando en redes sociales y jugando en plataformas que, aunque parecen inofensivas, representan riesgos enormes. Y todo esto, muchas veces, sin supervisión, sin límites y sin acompañamiento.
La mayoría de los padres cede un celular o una tablet para que el niño “se entretenga”, sobre todo cuando el ritmo de vida es tan rápido y estamos ocupados entre trabajo, compromisos y responsabilidades. Pero pocas veces se establecen límites claros: ¿qué aplicaciones puede usar? ¿con quién habla en línea? ¿qué información está compartiendo?
Esa falta de control ha abierto la puerta a peligros silenciosos. Un ejemplo muy comentado por psicólogos y expertos en ciberseguridad es Roblox, un juego que parece inocente porque permite a los niños crear mundos y jugar con otros. Sin embargo, esa misma apertura ha sido utilizada por personas con intenciones oscuras para acercarse a los menores, manipularlos y tener acceso a su información privada. Y aunque no todo niño que juegue estará en riesgo, el hecho de que el espacio no esté regulado lo convierte en un terreno fértil para situaciones de abuso.
Otro factor preocupante es cómo el “andar rápido” nos está pasando factura como sociedad. Los padres corremos de un lado a otro, resolviendo el día a día, y en medio de esa prisa, los hijos pasan horas frente a pantallas sin tener un espacio de calidad para compartir, conversar o reflexionar. Ya no se trata solo de jugar en línea o ver videos: se trata de que se pierde el contacto humano, la mirada atenta, el tiempo para hablar de lo que sienten o piensan.
Los psicólogos llevamos años advirtiendo sobre este cambio. Estudios recientes, como los publicados en la revista Journal of Adolescence y en los trabajos de Jean Twenge (iGen), muestran cómo el aumento del tiempo frente a pantallas está directamente relacionado con mayores niveles de ansiedad, depresión y aislamiento social en adolescentes.
El problema es que los padres, en medio del corre-corre, no siempre estamos viendo las señales. El cambio de comportamiento, el aislamiento, la pérdida de interés en el mundo exterior y el exceso de tiempo frente a pantallas no son simples “cosas de muchachos”, son banderas rojas que requieren atención.
El exceso de enganche en los juegos o en redes sociales puede convertirse en un sustituto de la vida real. Y cuando eso pasa, los jóvenes empiezan a desconectarse de su entorno, de su familia y hasta de sí mismos.
Es importante aclararlo: ni las redes sociales ni los videojuegos son “el enemigo”. De hecho, muchos tienen un gran potencial educativo, de creatividad e incluso de socialización positiva. El verdadero problema es el uso excesivo y el acceso ilimitado, sin filtros ni conversaciones claras que les ayuden a distinguir entre la realidad y lo que se muestra en la pantalla.
Porque la verdad es esta: la vida de Instagram no es la vida real. Es una versión editada, filtrada, cuidadosamente seleccionada para mostrar lo que el influencer quiere que veamos. Y si no hablamos de esto con nuestros hijos, ellos pueden crecer creyendo que todo lo que ven es la verdad absoluta, lo que los lleva a compararse, frustrarse o sentirse insuficientes.
Los expertos en la materia han realizados numerosos estudios y los resultados son aterradores:
Sherry Turkle, profesora del MIT y autora de Alone Together, explica cómo la hiperconexión digital nos hace sentir acompañados, pero en realidad nos está aislando emocionalmente.
Jean Twenge, psicóloga y autora de iGen, ha documentado cómo la generación que creció con smartphones es más propensa a problemas emocionales, precisamente por el exceso de tiempo frente a pantallas y la falta de interacciones cara a cara.
Investigaciones de la American Psychological Association (APA) advierten que mientras más temprano los niños tienen acceso a redes sin control, más riesgo tienen de sufrir ciberacoso, grooming y problemas de autoestima.
¿Hacia dónde vamos?
Si seguimos en este ritmo, los próximos 5 años mostrarán una generación de jóvenes más dependiente de la validación digital, con menos habilidades de comunicación cara a cara y más problemas de salud mental relacionados con la ansiedad y la depresión.
En 10 años, podríamos ver adultos jóvenes que crecieron con dificultades para manejar la frustración, con baja tolerancia a la espera y con problemas para establecer vínculos sanos fuera de la pantalla. Y como sociedad, veremos familias desconectadas, no por falta de amor, sino por falta de tiempo real compartido.
La clave está en acompañar, supervisar y hablar claro. Establecer límites de tiempo frente a pantallas, revisar qué aplicaciones utilizan, fomentar conversaciones sobre lo que ven y explicarles, sin miedo, que lo que aparece en internet no siempre es verdad.
No se trata de prohibir, se trata de educar y guiar. De enseñar que el mundo digital puede ser positivo, siempre que se use con responsabilidad y sin olvidar lo más importante: que la vida real pasa aquí, en casa, en la mesa, en las conversaciones, en los abrazos y en el tiempo compartido.
Lic. Arlenys Garcia
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