No nacimos pa’ estar solos

"No nacimos pa’ estar solos" es una reflexión profunda y cercana sobre una verdad que muchas veces olvidamos en medio del corre corre diario: los seres humanos estamos hechos para conectar. A través de experiencias reales, estudios psicológicos y un toque de humor criollo, exploramos cómo la compañía —sea de amigos, familia o esa gente que te manda memes sin tú pedírselo— no solo le da sabor a la vida, sino que también protege nuestra salud mental. En este blog descubrirás por qué compartir un logro, desahogarte en una tarde difícil o simplemente sentirte escuchado puede marcar la diferencia entre una vida vivida... y una vida verdaderamente sentida. Porque celebrar solo, aunque sea con pizza, no se disfruta igual.

ARTICULO

Lic. Arlenys Garcia

9/15/20253 min leer

Hay una verdad que, aunque a veces la pintemos de independencia, empoderamiento y “yo puedo sola”, nos cae encima como aguacero en la Duarte sin sombrilla:
Los seres humanos no fuimos creados para vivir en soledad.

Sí, tú puedes ser autosuficiente, trabajar, lograr tus metas, tener tu apartamento decorado por Pinterest y hasta hacer meal prep los domingos... pero si no tienes con quién reírte de un disparate o llorar por un mal día, algo siempre va a faltar.

Desde que nacemos, lo primero que hacemos no es caminar ni hablar. Es llorar. Y no solo por hambre, sino porque necesitamos calor, brazos, una voz que nos diga “tranquilo, ya llegué”.
Y ese mismo deseo de conexión lo cargamos toda la vida.

¿Y la ciencia? También lo confirma (no solo es que uno sea “apegado”)

Investigadores como John Cacioppo, pionero en el estudio de la soledad, descubrieron que el aislamiento prolongado no solo afecta el estado de ánimo, sino que puede ser tan perjudicial para la salud como fumar 15 cigarrillos al día.
¡Ajá! ¿Y tú pensando que solo la fritura hacía daño?

Estar solo por mucho tiempo aumenta el riesgo de depresión, ansiedad, problemas cardíacos y hasta deterioro cognitivo. En palabras llanas: el cuerpo y la mente se resienten cuando uno se desconecta demasiado tiempo.

Lo que veo en consulta (y lo que tú seguro has sentido)

Te pongo un ejemplo que me marcó: un paciente me contó con mucha ilusión que lo ascendieron en el trabajo. Le escribió a su familia, mandó mensajes… pero todos estaban ocupados. Al final, pidió una pizza para celebrarlo él solo.
Y me dijo: “Licen, la pizza estaba buena, pero el ascenso se sintió vacío.”

Eso duele. Porque el logro no era pequeño. Lo que pasaba era que no tenía con quién compartirlo. Y eso, señores, le resta sabor a cualquier éxito.

No se trata de tener mucha gente, sino gente significativa

La compañía no tiene que ser romántica. Olvídate del drama de “no tengo pareja” (aunque sí, también es chulo tener a alguien que te robe las papitas sin pedir permiso).
Hablo de tener a alguien con quien compartir lo cotidiano: un amigo, una hermana, un vecino, tu doña del colmado, el don de la ferretería, un compañero de trabajo que siempre te manda memes…

Esas conversaciones simples —contar un chisme sano, reírse de un disparate, desahogarse después de un tapón de 2 horas— son las que le dan sentido a la vida.

Como terapeuta y como humana: también lo vivo

Hay días en que termino un taller o logro algo importante, me siento cansada pero feliz, y lo primero que quiero hacer es hablar con mi esposo (¡y eso que él siempre está presente en las diferentes actividades!).
Ese momento en el que me escucha, nos reímos (porque lo logramos) o me dice “¡Te admiro!”, hace que el cansancio valga la pena.
Si me lo guardara sola, sentiría que falta una parte del cuento.

¿Entonces qué hacemos con esta verdad?

Construir redes de apoyo no es fácil, lo sé. A veces uno tiene traumas, decepciones, y prefiere aislarse. Pero como les digo a mis pacientes en terapia:

El corazón humano no fue hecho para vivir en silencio.”

  • Busca conversaciones genuinas.

  • Cuida las amistades reales.

  • Atrévete a hablar y también a escuchar.

  • Manda ese mensaje, haz esa videollamada, aparece con un juguito en la casa de tu gente. SIN verguenza.

Porque la felicidad es más sabrosa cuando se comparte

Así que si hoy lograste algo —no importa si fue lavar la ropa acumulada, terminar ese informe, o simplemente levantarte con ánimo—, compártelo con alguien.
Un café, un abrazo, un mensaje de voz con risa incluida. ¡Lo que sea!

Porque tú y yo sabemos que:

“Los logros compartidos, saben mejor que un cafecito caliente cuando tienes ese tremendo sueño en la oficina y faltan varias horas para que termine tu jornada laboral rojo.”

Lic. Arlenys Garcia